03 El hombre salvaje - El Exilio
Carta: 12 de oros.
27 de mayo de 1939
El viaje hacia el exilio continúa, y con cada paso, descubro que la realidad de este nuevo camino es aún más desafiante de lo que imaginaba. Hoy, una extraña y inquietante encuentro ha dejado una marca en mi memoria, una que me hace cuestionar la verdadera naturaleza de la desesperación humana.
Caminaba solo por un sendero polvoriento en las afueras de un pequeño pueblo cuando me topé con un hombre de aspecto descuidado y salvaje. Su ropa grasienta y su maletín de medicina sucio eran los únicos compañeros que llevaba consigo. Se acercó a mí con una sonrisa que parecía más una mueca, y su mirada me heló la sangre.
Con voz áspera, me preguntó si sabía de algún niño que necesitara ayuda. La forma en que pronunció esas palabras, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos, despertó mi instinto de supervivencia. No confié en él, no podía. La guerra me había enseñado a ser cauteloso, a desconfiar de las sonrisas que ocultan intenciones oscuras.
Me negué, le dije que no sabía de ningún niño necesitado. Pero lo que vino a continuación me dejó perplejo. Aunque me negué a colaborar, el hombre continuó siguiéndome, insistiendo con su oferta de ayuda. Fue entonces cuando tomé la decisión de desviarme de mi camino, alejándome de él. La sonrisa siniestra persistía en su rostro mientras me alejaba, y su figura se desvaneció en la distancia.
El precio de mi negativa fue perder distancia en mi viaje, pero no podía arriesgarme a caer en manos de alguien cuyas intenciones eran tan inciertas. ¿Ayuda genuina o maquinaciones más oscuras? En estos tiempos inciertos, no puedo permitirme confiar ciegamente.
Ahora continúo mi camino con una mezcla de alivio y temor. El exilio se revela como un viaje no solo físico, sino también una travesía a través de las sombras de la desconfianza y la desesperación.
Con cautela renovada prosigo mi camino.
Distancia: 0
Suerte: 9
Imagen de DALL-E 3.