05 El orfanato - El Exilio
Carta: Sota de Bastos
29 de mayo de 1939
El viaje hacia el exilio me llevó a un encuentro inesperado y conmovedor. En el crepúsculo, llegué a un pequeño orfanato, un lugar donde las risas infantiles y la sombra de la soledad convergen de manera única. Las criaturas sin progenitores que lo habitaban, seres que han aprendido a vivir en la solitud, me recibieron con miradas curiosas y un aire de desconfianza.
Las historias que susurra el viento en este rincón hablan de algo oculto entre los muros del orfanato, algo que ha permitido a estos niños, a pesar de su carencia de padres, encontrar consuelo en la soledad. Se dice que, si uno pasa la noche entre sus paredes, escuchará los consejos de las monjas que solían cuidarlos.
La curiosidad y el deseo de encontrar algún atisbo de esperanza me llevaron a aceptar la invitación de las criaturas solitarias. La noche transcurrió en un silencio inquietante, solo roto por susurros de pasos y risitas provenientes de las sombras. A medida que la oscuridad se cernía sobre el orfanato, me sumergí en un sueño inquieto y lleno de susurros que se deslizaban entre mis pensamientos.
Al despertar, me di cuenta de que había perdido algo más que el tiempo. La suerte parecía haberse desvanecido, como si las sombras de los niños hubieran tomado prestada mi fortuna. Una sensación de pesadez me acompañaba, como si hubiera intercambiado algo más valioso de lo que podía comprender.
Ahora, mientras retomo mi camino hacia el exilio, reflexiono sobre la noche pasada en el orfanato. ¿Fue acaso un intercambio justo, perder un poco de suerte a cambio de la posibilidad de escuchar los consejos de las monjas? El destino es incierto, pero las huellas de esa experiencia se graban en mi diario, como testigos mudos de una noche entre sombras y secretos compartidos.
Con la incertidumbre como compañera constante me despido hasta mañana.
Distancia: 1
Suerte: 8
Imagen de DALL-E 3.