Más allá del cerco de piedra
En mis vacaciones debo cuidar de algunas vacas, este último año estuvieron pastando en un cerro donde había rastrojos de maíz y frijol. Siempre encontraba a un grupo de ellas cerca de un viejo cerca de piedra, día tras días estaban casi sin falta en esa área.
Uno de esos días fui a buscar a ese grupo al mismo lugar, pero no las encontré y asumí que habían bajado por el otro camino, hice lo mismo y estando abajo me dice mi padre que no estaban ahí abajo, me sugirió que las buscara luego de un derruido cerco de piedra.
Tuve que subir nuevamente el cerro y pasar el cerco, las encontré luego de caminar un poco más, me pareció muy curioso por ciertas razones. Primero, hice lo más fácil y asumí que estaban abajo en lugar de seguir avanzando y pasar el cerco. Segundo, siempre he considerado a estos animales como criaturas de hábitos, pero resulta que esos hábitos los rompen con facilidad.
Esto me pone en qué pensar ya que nuestros cerebros siempre van a buscar el camino más fácil sin detenerse a considerar otros cursos de acción que requieran más esfuerzo, están diseñados para reducir el consumo de energía. También en que los hábitos se pueden cambiar, no sé por qué razón cambiaron de lugar; la comida es la misma en todo el cerro.
Así como estos animales cambian de hábitos porque les convenía más estar en otro lugar; porque la comida era mejor, porque había más sombra, porque alguna las guió hacia ahí, etc., nosotros como personas debemos adecuarnos y cambiar a las circunstancias observando los detalles de nuestra vida que nos piden a gritos que debemos meditar y considerar otras alternativas.
Pero lo más importante que me dejó esta experiencia es que hay que perseverar, hay que seguir si el objetivo a alcanzar es plausible y lógico. Hay que pasar los cercos de piedra que nosotros mismos levantamos y ver qué es lo que hay más allá, puede ser que la recompensa en verdad valga la pena.