El Gaucho Martín Fierro y La vuelta de Martín Fierro
Autor
José Hernández
Opinión
Ambos libros forman una narrativa poética sobre la vida de los gauchos en el siglo 19. Los leí porque mi amigo Guille que es de Argentina me habló sobre ellos y sobre cómo son grandes piezas literarias en su país, el aún no las ha leído.
El primero se centra sobre la vida de Martín Fierro y las desventuras que comienzan su historia y lo siguen hasta que desaparece en el horizonte, por así decirlo. El segundo tiene que ver con Martín Fierro al inicio, pero luego de años de miseria el personaje vuelve y sus hijos y otras personas lo encuentran.
Yo sé más bien nada de poesía, pero realmente me ha impactado la habilidad del autor al componer los versos mientras mantiene una historia lógica y coherente llena también de metáforas y analogías de la vida gaucha de ese entonces.
De los dos, fue el primero el que me causó mucha tristeza en conocer la vida que esa gente llevaba, no debe haber sido muy diferente a cómo se vivía en otras partes del continente. Cuando se cuenta con tanta inocencia o bondad o respeto pero con gran ignorancia siempre habrá más de alguien que se quiera aprovechar y dominar.
Y el segundo pues continua y finaliza con la misma tristeza, aunque ahora con un poco más de alegría, aceptación y con el sincero objetivo de crear una memoria sobre de cómo vivía este grupo de personas.
Es una obra que vale la pena leer, lo bueno de la edición que leí es que traía pies de página y explicación de las palabras que no forman parte del léxico actual y menos en Guatemala, son bastantes palabras. Pero se siente bien leer una de sus estrofas, encontrar una palabra extraña, buscar la explicación y luego volver a leer la estrofa para entender a qué se refieren esos versos.
Algunas citas
El Gaucho Martín Fierro
I
y cuando el pecho se entona, hago gemir a la prima y llorar a la bordona.
II
porque nada enseña tanto como el sufrir y el llorar.
Y allí el gaucho inteligente, en cuanto el potro enriendó, los cueros le acomodó[18], y se le sentó enseguida— que el hombre muestra en la vida la astucia que Dios le dio.
el hombre muestra en la vida la astucia que Dios le dio.
Y con el buche bien lleno era cosa superior irse en brazos del amor a dormir como la gente, pa empezar el día siguiente las faínas del día anterior.
Y al punto dése por muerto si el alcalde lo bolea[37], pues ay no más se le apea con una felpa de palos— y después dicen que es malo el gaucho si los pelea.
Ansí empezaron mis males, lo mesmo que los de tantos— si gustan—en otros cantos les diré lo que he sufrido— después que uno está perdido no lo salvan ni los santos.
III
las cosas que aquí se ven ni los diablos las pensaron.
Al que le dan un chuzaso dificultoso es que sane—
Era el hijo de un cacique— sigún yo lo averigüé— la verdá del caso jue que me tuvo apuradazo, hasta que, al fin, de un bolazo del caballo lo bajé.
y, al fin, me les escapé con el hilo en una pata[85].
IV
es güeno vivir en paz con quien nos ha de mandar— y reculando pa trás me le empecé a retirar.
VI
a cada alma dolorida le gusta cantar sus penas.
En medio de mi ignorancia conozco que nada valgo— soy la liebre o soy el galgo a sigún los tiempos andan— pero también los que mandan debieran cuidarnos algo.
VII
Nunca se achican los males, van poco a poco creciendo, y ansina me vide pronto obligao a andar juyendo.
Y dicen que dende entonces cuando es la noche serena, suele verse una luz mala como de alma que anda en pena.
VIII
El anda siempre juyendo, siempre pobre y perseguido, no tiene cueva ni nido, como si fuera maldito— porque el ser gaucho…, ¡barajo! el ser gaucho es un delito.
No tiene hijos, ni mujer, ni amigos ni protetores— pues todos son sus señores sin que ninguno lo ampare; yiene la suerte del güey: ¿Y dónde irá el güey que no are?
Vamos suerte—vamos juntos dende que juntos nacimos— y ya que juntos vivimos sin podernos dividir— yo abriré con mi cuchillo el camino pa seguir.
IX
Ansí me hallaba una noche contemplando las estrellas, que le parecen más bellas cuanto uno es más desgraciao, y que Dios las haiga criao para consolarse en ellas.
«Soy un gaucho desgraciado, no tengo donde ampararme, ni un palo donde rascarme, ni un árbol que me cubije— pero ni aún esto me aflige, porque yo sé manejarme».
X
Amigazo, pa sufrir han nacido los varones— estas son las ocasiones de mostrarse un hombre juerte, hasta que venga la muerte y lo agarre a coscorrones.
estas son las ocasiones de mostrarse un hombre juerte, hasta que venga la muerte y lo agarre a coscorrones.
que donde el débil se queda se suele escapar el juerte
Las mujeres dende entonces, conocí a todas en una— ya no he de probar fortuna con carta tan conocida: mujer y perra parida, no se me acerca ninguna.
XI
Y aunque yo por mi inorancia con gran trabajo me esplico, cuando llego a abrir el pico téngaló por cosa cierta: sale un verso y en la puerta ya asoma el otro el hocico.
nunca faltan encontrones cuando el pobre se divierte.
Monté y me largué a los campos más libre que el pensamiento, como las nubes al viento, a vivir sin paradero; que no tiene el que es matrero nido, ni rancho, ni asiento.
XII
nace el gaucho y se hace viejo sin que mejore su suerte, hasta que por ay la muerte sale a cobrarle el pellejo.
XIII
yo ruedo sobre la tierra arrastrao por mi destino— y si erramos el camino no es el primero que lo erra.
es un telar de desdichas cada gaucho que usté ve.
La vuelta de Martín Fierro
II
ninguno alegrías espere, sinó sentidos lamentos, de aquel que en duros tormentos nace, crece, vive y muere.
III
La desgracia tiene hijos, aunque ella no tiene madre.
En semejante ejercicio se hace diestro el cazador— cai el piche[12] engordador, cai el pájaro que trina— todo bicho que camina va a parar al asador.
todo bicho que camina va a parar al asador.
pues cuando el hambre se siente, el hombre le clava el diente a todo lo que se mueve.
V
Las tribus están desechas, los caciques[20] más altivos están muertos o cautivos, privaos de toda esperanza— y de la chusma[21] y de lanza[22] ya muy pocos quedan vivos.
yo alabo al Eterno Padre, no porque las hizo bellas, sino porque a todas ellas les dio corazón de madre.
VIII
Esos horrores tremendos no los inventa el cristiano— «Ese bárbaro inhumano —sollozando me lo dijo— me amarró luego las manos con las tripitas de mi hijo».
IX
entre dos, no digo a un pampa, a la tribu si se ofrece.
¡Bendito Dios poderoso, quien te puede comprender! cuando una débil mujer le diste en esa ocasión la juerza que en un varón tal vez no pudiera haber.
Se alzó con pausa de leona cuando acabó de implorar— y sin dejar de llorar envolvió en unos trapitos los pedazos de su hijito que yo le ayudé a juntar.
X
¡Todo es cielo y horizonte en inmenso campo verde!
XII
le dirán Penitenciaría por la penitencia diaria que se sufre estando allí.
El más altivo varón y de cormillo gastao, allí se vería agobiao y su corazón marchito, al encontrarse encerrao a solas con su delito.
Aquel que ha vivido libre de cruzar por donde quiera se aflige y se desespera de encontrarse allí cautivo; es un tormento muy vivo que abate la alma más fiera.
allí lamenté mil veces no haber aprendido a ler.
El mate no se permite— no le permiten hablar, no le permiten cantar para aliviar su dolor— y hasta el terrible rigor de no dejarlo fumar.
quien ha vivido encerrado poco tiene que contar.
XVII
»Si ensartaba algún asao, ¡pobre!, ¡cómo si lo viese! poco antes de que estuviese primero lo maldecía, luego después lo escupía para que naides comiese.
XVIII
Y mientras ansí clamaba sin poderme consolar— los perros para aumentar más mi miedo y mi tormento, en aquel mesmo momento se pusieron a llorar.
XXI
y eran muy buenas señoras, pero las más rezadoras que he visto en toda mi vida.
XXVII
Y he de decir ansí mismo, porque de adentro me brota, que no tiene patriotismo quien no cuida al compatriota.
XXVIII
Y es necesario aguantar el rigor de su destino; el gaucho no es argentino sino pa hacerlo matar.
XXX
dende que aprendí a inorar de ningún saber me asombro
la Ley se hace para todos, mas solo al pobre le rige.
XXXI
Allí pasaron la noche a la luz de las estrellas, porque ese es un cortinao que lo halla a uno donde quiera
Y luego los pajaritos, al aclarar, lo despiertan— porque el sueño no lo agarra a quien sin cenar se acuesta.
No pudiendo vivir juntos por su estado de pobreza, resolvieron separarse, y que cada cual se juera a procurarse un refugio que aliviara su miseria.
XXXII
Ave de pico encorvado le tiene al robo afición— pero el hombre de razón no roba jamás un cobre— pues no es vergüenza ser pobre y es vergüenza ser ladrón.
Estas cosas y otras muchas, medité en mis soledades— sepan que no hay falsedades ni error en estos consejos— es de la boca del viejo de ande salen las verdades.